martes, 5 de mayo de 2015

¿Y por qué no?

Ahora que tengo un rato libre, después del trabajo, la casa, la familia, y todas esas cosas que no me dejan hacer lo que más me gusta, o sea, escribir, quisiera hablar un rato conmigo misma. Hace un momento estuve enviando algunos correos a blogs de lectura presentando mi segunda novela, y ya de paso, la primera, y me detuve un momento a pensar en las posibilidades que tengo de llegar a un público más o menos amplio. He concluído que no tengo ninguna. No cuento con una gran editorial que me respalde, por un motivo muy simple: no tengo paciencia para esperar. No puedo enviar mi novela a una editorial importante para estar meses o años esperando una respuesta, que probablemente será negativa. De ahí que tampoco me presente a concursos, pues me gusta publicar cuando me apetece, no cuando los concursos se han resuelto. No tengo un agente literario porque no me apetece que nadie me cobre un dinero que no me sobra por decirme si mi novela merece la pena o no de cara al gran público. No acudo a ferias del libro ni otras fiestas de guardar, porque no tengo tiempo (ya os he dicho que trabajo y tengo dos hijas pequeñas que cuidar), por los mismos motivos no puedo hacer presentaciones de mi novela, como muchos autores que peregrinan de un pueblo a otro con su libro debajo del brazo con la esperanza de vender algunos ejemplares. Y me pregunto a mí misma: ¿por qué escribo? Creí que tardaría mucho en dar con una respuesta que le resultara convincente a esta cabeza mía que no para nunca de pensar, pero no ha sido así. Escribo porque tengo personajes en mi mente que luchan por salir, por vivir, por manifestarse, cual espectros nocturnos. Cierro los ojos por la noche para dormir y aparecen ante mí personas que nunca he visto, con vidas que no conozco, y un pequeño hilo de seda se une a otro y éste a otro, hasta que conforman une tela de araña que es una trama que no tengo ni idea de dónde viene y que, al plasmarla en papel, se convierte en un micro mundo lleno de personajes y situaciones. Al principio no escribía más que mi diario, que para eso empecé con trece años. En realidad empecé antes, en el colegio, y con poesía, pero dejé de hacerlo cuando mi profesora de Lengua me preguntó si sabía lo que significaba "plagio". Lo busqué en el diccionario y bueno, con unos once años logré entender que creía que la había copiado. Luego escribía historias en cuadernos que acababan en la basura sin haber sido leídas por nadie. Soy una buena lectora, no empedernida, pero sí suelo leer varios libros al año, algunos de los cuales no soy capaz de terminar por puro aburrimiento, muchos de autores muy famosos, otros menos conocidos. ¿Tan mal iba a hacerlo yo como para que me dieran algún premio al fracaso más estrepitoso? Así que un día me dije a mí misma que ahora tenía herramientas imposibles si quisiera de concebir hace unos años: autopublicación, blogs de lectura a los que enviar mis obras, Facebook, Twitter, Tumblr...y decidí que no me importaba si lo que escribía llegaba a mucha gente o a poca. Sabía, eso sí, que estaba y estoy limitada por muchos factores, pero, creedme, no hay nada para mí tan reconfortante como que alguien me diga que ha leído mi novela y le ha gustado, incluso no me importa si me dice que no le ha gustado, que también se da el caso. Llegar a cierta edad hace que las opiniones de los demás no sean tan importantes. Al principio incluso me daba vergüenza decir que escribía, por no someterme a la curiosidad de compañeros de trabajo o alumnos. En resumen, que no tengo tiempo ni para actualizar este blog, pero el poco que tengo me encanta dedicarlo a algo que me apasiona desde que era niña: escribir. Y que afortunadamente, ahora es posible para mí.