martes, 5 de marzo de 2013

Metropolitan Bar

Una princesa que se precie tiene que frecuentar un local digno de una dama. Nuestra princesa acude de vez en cuando al Metropolitan bar, donde puedes comer, beber, charlar y hasta tocar el piano si te sietes inspirado. Podrás degustar platos de todos los países, desde una paella hasta un shepherd's pie... con la única consecuencia de que te costará muchísimo salir de allí.

Allí, a la luz del piano, con los destellos que emitía su camiseta, parecía un ser irreal.

Un mejor amigo

No hay princesa que se precie que no tenga paladín, y la nuestra encontró a Fran. "Fran de Francisco, chata, no de "Frank", como él mismo se presentó. Gay a más no poder, práctico y desencantado le tiende su mano con el único interés de poder ver en pelotas al jefe de nuestra princesa, Jason Burns, un famoso actor de series de televisión por el que suspiran todas las féminas de medio mundo... y Fran.

Invítame a un café...aunque sea por lo que te estoy entreteniendo.

Érase una vez...

Érase una vez una princesa destrozada que, después de ver desaparecer toda su vida delante de sus narices, decidió marcharse unos mares más allá a empezar de cero. Llevando como toda posesión una maleta, un montón de moratones en el alma y el deseo de aprender a vivir de nuevo, se marchó a Nueva York.
Y resultó que Nueva York era demasiado grande y le daba mucho miedo, pero encontró su pequeño rincón en un apartamento de una pequeña terraza de la casa donde empezó a trabajar y cada día se alejaba un poquito más de su zona de seguridad, como si llevara un collar invisible que tirara de ella cuando sonaba la alarma de "haberse retirado demasiado".