domingo, 18 de octubre de 2015

VIVIR DE ESTO.

Me resulta curioso, por no decir atrevido e incluso de mal gusto, que algunos desconocidos, en cuanto saben que me dedico a la escritura, me pregunten abiertamente y sin ningún tipo de reparo si podría vivir de esto, de hecho hay quien pretende que haga un cálculo de los libros que he vendido, cosa totalmente imposible para mí debido a los diferentes canales por los que muevo mis obras y a los distintos fines a que las dedico. Dicho esto, quiero añadir que la respuesta es SÍ, Vivo de esto. Pero no en el sentido al que ellos se refieren, sino en uno mucho más importante y profundo, con el que sólo los que se dedican al noble arte de hacer lo que les gusta están familiarizados: la felicidad que te proporciona dedicarte a lo que amas. Tanto es así que este año que se presenta tan duro para mí, tan lleno de retos laborales y personales, en el que no tengo ni una hora para dedicarla a escribir, me siento un poco perdida. Me consuela el hecho de saber que es temporal, y que no tardarán en llegar los días en que pueda sentarme durante un par de horas a exorcizar los personajes que pululan por mi mente, ansiosos por salir, recordándome que siguen ahí, que no piensan quedarse eternamente en el túnel de mi falta de tiempo, que si no salen, vendrán a pedirme cuentas en cuanto puedan abrirse paso hasta mi mente. La abuela me recuerda constantemente que no se conforma con aquel relato que le dediqué de sólo doce páginas y me recrimina que su vida fue lo bastante dura e interesante como para llenar una novela. Marcos, el alumno raro de instituto que se atrevió a lo inimaginable para demostrar que no era un simple tarado, me pregunta si no me avergüenza un poco no haber sido capaz siquiera de encontrar un título para su hazaña. Miriam me mira decepcionada por no encontrar el tiempo para sacar a la luz el origen de su desgracia, sólo brevemente mencionada en Refugios del corazón. Y así los demás, que tampoco se conforman, sobre todo porque aún no están siquiera definidos, dibujados en mi mente, como paso previo a una existencia inmortal, se venda o no se venda. En fin, que en estos minutos que tengo libres entre recoger y pasar notas, entre ducharme y duchar a las niñas, entre la vil rutina que se interpone entre mi otro mundo y yo, quiero pedirles perdón por no tener tiempo para ellos, prometerles que no tardará en llegar y agradecerles que me permitan "vivir de esto".